miércoles, 22 de mayo de 2019


Penélope ya no espera a Ulises


En La Odisea, Penélope teje por el día y desteje por la noche, mientras espera a Ulises y da largas a sus pretendientes. Este improductivo trabajo, de tejer para nada, me recuerda mucho a la visión ampliamente aceptada del ciclo menstrual. De acuerdo a esta visión, las mujeres creamos durante un mes el tejido del interior del útero mientras esperamos a un espermatozoide y, al final del mes, deshacemos este tejido ante la no llegada del espermatozoide y comenzamos a crear de nuevo tejido endometrial, después de eliminar el anterior en forma de menstruación. El ciclo menstrual, así concebido, parece tan improductivo como el tejer y esperar de Penélope.

La interpretación del mito de Penélope ha ido cambiando con los tiempos, hasta llegar a considerarse que lo que teje y desteje Penélope no es un velo, ni un sudario, sino el tiempo y la vida, hasta el punto de que en el momento que Penélope deja de tejer, acaba el viaje de Ulises, pues la vida de él depende de ella*. Esta nueva lectura del mito se asemeja a la nueva interpretación del ciclo menstrual que ahora veo: cada mes creamos tejido endometrial en el interior del útero, generando sustancias esenciales para nuestro desarrollo y sostén y, desde esa función, cuanto más plenamente vivida mejor, damos también sostén a la sociedad. Creamos para nosotras mismas, para las que aún no lo hacen, para las que ya no lo hacen y para los que nunca lo harán. Creamos periódicamente tejido biológico endometrial, hasta que nos detenemos por un embarazo, por la menopausia u otro motivo, y entonces nuestro crear adquiere otro ritmo y forma.

*Ruth Piquer Sanclemente, Penélope y el tejido del tiempo, XVI Seminario de Arqueología Clásica, UCM .[Consultado el 22 de mayo de 2019]

jueves, 11 de abril de 2019


Naturaleza y menstruación


Cuando empecé a profundizar en mi ciclo menstrual tuve una rara sensación: sentí que más que menstruar yo, eran la cultura y la sociedad las que me estaban menstruando.

Desde la cultura en que crecí vivía mi menstruación a veces con vergüenza, con ocultación, con una sensación de qué molesto es esto, qué tan en contra va de mi vida de estudiante o laboral. Los artículos científicos me transmitían que el ciclo sucedía en mi cuerpo con la sola finalidad de la reproducción. Poco importaba que yo quisiera reproducirme o no, la maquinaria ajena a mis planes siempre estaba en marcha y el castigo de no reproducirme era generar todo tipo de células y sustancias, con el consiguiente gasto de materiales y energía, para luego deshacerme de tanta sustancia inútil en forma de incómoda menstruación.

Ante este panorama tan desalentador, decidí apropiarme de mi menstruación y empecé a vivir mi cuerpo y mi ciclo en primera persona. Lo sentí y lo escribí: maduro un oocito, soy un oocito avanzando por mi trompa de Falopio, crezco mi tejido endometrial, soy el tejido endometrial,etc. En este adentrarme en mi cuerpo, las pruebas que encontré a favor del valor de la menstruación fueron cada vez más numerosas y acabaron por señalarme, con toda claridad, que no era una mujer improductiva que seguía las órdenes de una maquinaria reproductora imparable, sino que cada acción tenía un fin, que el ciclo menstrual tenía sentido biológico en sí mismo.

Tras identificarme tanto con mi cuerpo llegó un momento en que lo liberé de nuevo. Volví a sentirme menstruada, pero esta vez, sabia y dulcemente, por los ritmos de la Naturaleza y el Universo.

miércoles, 27 de febrero de 2019


Genética y menstruación


En los últimos años se han realizado varios trabajos de investigación sobre el ciclo menstrual. Algunos de estos trabajos son sobre genética y concretamente sobre la relevancia del entorno uterino en el que crece un embrión. En uno de estos estudios*, el equipo investigador llegó a la conclusión de que el útero de una mujer embarazada genera un tipo de pequeñas moléculas de RNA (miRNA) que entran en contacto con las células del embrión y tienen un papel esencial en la implantación embrionaria. En este estudio participaron un grupo de mujeres voluntarias a las cuales tomaron muestras de los productos generados por su útero en las distintas fases del ciclo menstrual.

La interpretación de los datos obtenidos en este estudio se hace desde la aceptación de que el ciclo menstrual tiene la única función de posibilitar un embarazo, por lo que todo lo que sucede ahí está relacionado con la función reproductora, haya o no embarazo. Si amplío un poco esa visión del ciclo menstrual y considero que cualquier sustancia y acción que se produce en un cuerpo responde a una necesidad biológica real, entonces me surgen muchas preguntas: ¿Si las mujeres voluntarias de este estudio completaron todo su ciclo menstrual y por lo tanto no tienen ningún embrión en su útero, para qué produjeron entonces esas moléculas de RNA para implantar un embrión?¿Es el cuerpo de la mujer tan absurdo y va tanto en contra de la Naturaleza que se dedica a generar sustancias periódicamente que sólo sirven para implantar embriones que no existen? ¿Y si esas moléculas de RNA tuvieran una función relacionada con lo que sí están viviendo las mujeres realmente, un ciclo menstrual completo y para sí mismas, y no un ficticio embarazo? ¿No podría ser que esas moléculas de RNA tuvieran otra función no ligada al embarazo, además de las funciones que puedan tener cuando se generan en un embarazo? ¿Quizás esas moléculas puedan afectar a la expresión del propio DNA de la mujer de alguna forma no considerada?

Son muchas preguntas que ni siquiera se plantean desde la ciencia. A falta de respuestas, considero que esas pequeñas moléculas de RNA están relacionados con la capacidad que tiene mi tejido uterino de desarrollarse para nutrirme de una forma intensa y periódica, siendo este proceso parte esencial de mi desarrollo físico y psíquico.

*Felipe Vilella et al. Hsa-miR-30d, secreted by the human endometrium, is taken up by the pre-implantation embryo and might modify its transcriptome, Development 142: 3210-3221, 2015.

jueves, 4 de octubre de 2018

Mujer y productividad

Recuerdo que el ginecólogo que primero me atendió en mi embarazo, tras una revisión me dijo: “el producto está bien”. Aquella forma de expresarse no me gustó de tan fría y deshumanizada, pero desde luego aludía a que era productiva, pues era capaz de crear alimento para mantener un embrión, primero con los nutrientes segregados desde la pared de mi útero (leche uterina1) y luego a través de la placenta. Me consideré productiva también cuando pude generar leche con mis glándulas mamarias y amamantar a mi hija. Parecía pues que mi productividad, biológicamente hablando, estaba basada en mi capacidad de crear superalimentos.




La menstruación era el lado oscuro de esta productividad. Cada mes creaba un tejido especializado en el interior del útero y lo llenaba de sustancias nutritivas, similares a las de la leche uterina, para finalmente expulsarlo completamente en forma de menstruación. A este gasto de mis propios recursos biológicos debía sumar el desembolso económico que suponía la compra de productos de higiene menstrual. El mensaje de esta interpretación del ciclo menstrual era que mi productividad biológica sólo podía estar dirigida a otros seres, nunca a mí misma. Desde luego, esto coincide bastante con la idea clásica de una mujer valorada por desvivirse por los suyos, aún a costa de su propio bienestar, pero se topa de bruces con la realidad de muchas mujeres para las que la maternidad es una opción, no una obligación, ni una dedicación exclusiva, y que son productivas para sí mismas y para la sociedad en trabajos reconocidos y remunerados.

El concepto de macho alfa de las manadas de lobos ha quedado obsoleto. Las orcas y otros mamíferos hembras viven muchos años sin reproducirse, contradiciendo la teoría clásica de la evolución2. Son muchas las interpretaciones biológicas que se han convertido en mitos bajo la luz de una nueva cultura desde la que interpretar y de nuevas informaciones. Para mí, la improductividad biológica del ciclo menstrual es también ya un mito. Creo que la asombrosa capacidad, ligada a mi condición de mujer, de producir superalimentos es también para mí, para mi desarrollo. Cada mes creo un superalimento en mi útero y absorbo su parte nutritiva, expulso lo que ya no me es útil.


1. Coghlan, A. Womb milk nourishes human embryo during first weeks of pregnancy, New scientist , Daily news, 2015.
2. Croft, D.P. et al. The evolution of prolonged life after reproduction, Trends Ecol. Evol. 30, 407–416, 2015.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Cuestionando la menopausia



A menudo se habla de dos etapas en la vida de una mujer: reproductiva y post-reproductiva. La menarquia (primera menstruación) marca el inicio de la etapa reproductiva, y la menopausia (última menstruación) marca el fin de la primera etapa y la entrada en la fase post-reproductiva. Para mí, la menstruación ha dejado de ser un signo exclusivo de mi capacidad reproductiva, pues he encontrado otras funciones del ciclo menstrual. Por esta razón, comencé a buscar nuevas interpretaciones de la menopausia, alejadas de la reproducción.

En un primer acercamiento a la menopausia recurrí a la biología de otros mamíferos, para tomar distancia de los conceptos que he aceptado como válidos de la biología humana. Tirando de ese hilo llegué a las orcas. Hay varias investigaciones sobre este tipo de ballenas*, relacionadas con su etapa post-reproductiva excepcionalmente larga, de duración muy parecida a la de las mujeres (hasta más de 40 años). Estos estudios giran todos sobre la pregunta: ¿Por qué siguen vivas si ya no se reproducen? Más allá de las respuestas propuestas (ayudan en la crianza, lideran en momentos de escasez de alimento, etc.), la pregunta en sí me inquieta y me indica que tengo que ir más allá. Debo encontrar información biológica diferente, menos enfocada en las funciones de reproducción y cuidado de otros que la cultura asigna como principales en la mujer .

Por ahora, mientras no me meto de lleno en la búsqueda, me quedo con la imagen de esas impresionantes orcas, ajenas a las cuestionamientos humanos sobre sus vidas. Las veo surcando los mares por años, creando corrientes bajo las aguas y provocando olas espumosas en sus salidas al exterior. Disfrutando la libertad y el simple ser.

*Brent et al., Ecological Knowledge, Leadership, and the Evolution of Menopause in Killer Whales, Current Biology 25: 746–750, 2015.
Croft et al., Reproductive Conflict and the Evolution of Menopause in Killer Whales, Current Biology 27: 298–304, 2017.

miércoles, 6 de junio de 2018


Úteros, flores y frutos



Para que mi ciclo menstrual tuviera sentido, necesité alejarme de las representaciones gráficas del mismo que aparecen en los libros de ginecología y en webs sobre el tema. En esos esquemas se muestra a menudo el útero en sus distintas fases a lo largo del ciclo. Ese útero dibujado aparece siempre con un interior que cambia, con más o menos color dentro según la fase del ciclo, pero exteriormente imperturbable, a pesar de ser un órgano musculoso con capacidad de expandirse. Me recuerda un poco a los anuncios de compresas o tampones, donde se vende el “no se nota, no traspasa “ para que parezca que nada está sucediendo.

Representación clásica del útero

Esas imágenes de úteros y ciclos rígidos las acabé sustituyendo por otras, mucho más flexibles y diversas, que surgieron de mi contacto con la vegetación tropical mexicana: grandes hojas, flores coloridas y frutos suculentos


Flores del flamboyán o árbol del fuego

Planta de plátano con frutos

Flores de planta de plátano
 
Desde estas imágenes vegetales pude regresar a mi cuerpo humano, para sentir mi útero como un órgano flexible que se dilata y contrae a ritmo mensual, y para vivir mi ciclo como un proceso de desarrollo continuo. He encontrado además, más allá de libros y webs, artículos científicos donde se demuestran claramente los cambios de tamaño del útero entre una fase y otra del ciclo*, lo que encaja perfectamente con mis sensaciones.
Ya no quiero ni puedo volver a los esquemas que muestran el ciclo menstrual como algo que ocurre de puertas adentro, en úteros y ovarios que son como cámaras de paredes de hierro. Mi útero, mis ovarios y todo mi cuerpo se expanden en cada ciclo, para luego retraerse de nuevo en un continuo y variable latir.
* MC Ikpe, AM Abasiattai, I Okoye, Ultrasound evaluation of the uterine size and endometrial changes in a normal menstrual. Tropical Journal of Medical Research., vol 16, 2, 2012.