jueves, 11 de abril de 2019


Naturaleza y menstruación


Cuando empecé a profundizar en mi ciclo menstrual tuve una rara sensación: sentí que más que menstruar yo, eran la cultura y la sociedad las que me estaban menstruando.

Desde la cultura en que crecí vivía mi menstruación a veces con vergüenza, con ocultación, con una sensación de qué molesto es esto, qué tan en contra va de mi vida de estudiante o laboral. Los artículos científicos me transmitían que el ciclo sucedía en mi cuerpo con la sola finalidad de la reproducción. Poco importaba que yo quisiera reproducirme o no, la maquinaria ajena a mis planes siempre estaba en marcha y el castigo de no reproducirme era generar todo tipo de células y sustancias, con el consiguiente gasto de materiales y energía, para luego deshacerme de tanta sustancia inútil en forma de incómoda menstruación.

Ante este panorama tan desalentador, decidí apropiarme de mi menstruación y empecé a vivir mi cuerpo y mi ciclo en primera persona. Lo sentí y lo escribí: maduro un oocito, soy un oocito avanzando por mi trompa de Falopio, crezco mi tejido endometrial, soy el tejido endometrial,etc. En este adentrarme en mi cuerpo, las pruebas que encontré a favor del valor de la menstruación fueron cada vez más numerosas y acabaron por señalarme, con toda claridad, que no era una mujer improductiva que seguía las órdenes de una maquinaria reproductora imparable, sino que cada acción tenía un fin, que el ciclo menstrual tenía sentido biológico en sí mismo.

Tras identificarme tanto con mi cuerpo llegó un momento en que lo liberé de nuevo. Volví a sentirme menstruada, pero esta vez, sabia y dulcemente, por los ritmos de la Naturaleza y el Universo.

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